Habitar en este planeta, como un cuerpo y una consciencia, no creo que sea una coincidencia. Somos -hasta ahora- parte de un fenómeno azaroso y evolutivo que nos ha llevado, competencia y cooperación mediante, de vivir en las cavernas a tener autos que se manejan solos y robots que hacen aquellas cosas que no queremos realizar.
Hemos sido la especie terrestre que ha transformado el planeta tierra; desde la virtud y el vicio.
A pesar de todos nuestros avances, en pos de –a mi juicio- la mayor motivación del ser humano, la comodidad, hemos destruido la colectividad natural a la que pertenecemos por nuestra imposibilidad de analizar y entender las infinitas variables que dibujan nuestro territorio.
Nuestros códigos compartidos; animales, vegetales, planeta y seres humanos, han sido arrasados por nuestra coincidente posibilidad de elegir por sobre el resto. No haciéndonos cargo de nuestra responsabilidad. Pensándolo bien, hemos intentado dominar desde la mente, olvidando el origen y creyendo que ciertos axiomas transgeneracionales -como especie- obligan a trascenderlos y desconectándonos del origen. Dicho de otra manera, distanciarse de la familia nuclear permite crecer. No obstante, eso no implica deslindarnos de la responsabilidad, el agradecimiento y el cuidado que se merecen.
Somos responsables, por el simple hecho de ser una replica “específica”, de mantener y sostener el devenir futuro de nuestra especie sin perjuicio de la distancia generacional que nos separe.
Gran parte de nuestra programación esencial nos permite co-crear replicas inexactas, pero específicas, de nuestro paso fugaz por este planeta. Que, a su vez, nos ha previsto de todos los elementos para dicha tarea.
La Tierra tiene la potencialidad, como organismo vivo, de generar el contexto para que se desarrollen y evolucionen las especies iniciales con el objetivo de sostener su desarrollo futuro.No quiero con esto, establecer las bases de un pensamiento religioso ni dogmático, sino más bien una descripción somera y simplificada de lo que a mi juicio es lo que ocurre.
Durante mucho tiempo, he escuchado a los contrarios al uso de la tecnología que, ésta última, no solo no remediará los problemas actuales y futuros, sino que la actualizan como la culpable y responsable de la debacle de la humanidad. En parte, claro que estoy de acuerdo. Pero, no culpo directamente a la tecnología per se. Sino más bien, somos una especie joven e inmadura que se vio a sí misma con el poder transformador y creador de los antiguos dioses.
No obstante, hemos olvidado que si es que existe tal constructo llamado espíritu, alma o consciencia, nuestro cuerpo no es más que un traje que nos permite habitar en esta frecuencia y realidad. Transformándolo, inmediatamente, en tecnología espiritual.
Si la tecnología, etimológicamente, se define como del griego τέχνη [téchnē], 'arte', 'oficio' y -λογία [-logía], 'tratado', 'estudio', ciertamente, pudiésemos esperar que la consciencia, en su necesidad de colapsar en esta realidad, y esperando millones de años, haya podido desarrollar una forma de habitar esta realidad.
Hemos visto y experimentado, a través de las ciencias y las matemáticas, específicamente, la emergencia de códigos y proporciones que se repiten una y otra vez. Tanto en nosotros mismo, como en la tierra y en el universo. Una especie de lenguaje del cual podemos extraer y replicar fenómenos e instancias que antes no eran posibles.
Tal vez, somos simplemente información. Y esta, se agrupó como tal, en una nueva abstracción que es nuestro cuerpo y recursiva y sucesivamente, hasta llegar a la esencia misma de la creación. Porque, si la creación, en sí misma, es una abstracción, fácilmente desde la emergencia de la consciencia se articuló una serie de reglas, códigos y leyes que hacen sentido en la lógica del balance y la polaridad.
El movimiento solo ocurre en la existencia de polos opuesto y eso, a su vez, determina un balance energético que activa o desactiva el principio binario de la existencia. La dualidad es, entonces, ineludible desde la perspectiva energética, pero no desde la consciencia, que asume la complementariedad como una característica intrínseca de los opuestos.
Efectivamente, somos resultado de la ejecución de una técnica en el tiempo y distancia. Somos un vehículo diseñado con consciencia e inteligencia. Tal vez, no humana. Pero eso tampoco lo tenemos como certeza.
No obstante, cabe la probabilidad de que esto sea una simulación y es desde esa realidad que me pregunto si es o no relevante, y si nosotros también lo somos, o no.
Los invito a leer el post anterior de Beaulik, Tecnología espiritual.